Prince Rainier Grimaldi



Son Altesse Sérénissime le Prince Rainier III

Friday, April 15, 2005


MÓNACO (AFP) - Las princesas Carolina y Estefanía estaban abatidas y enjugaban sus lágrimas con pañuelos blancos, cubiertas por sus mantillas negras, al lado de su anciana tía Antoinette, mientras el heredero Alberto II no podía contener sus lágrimas en el funeral de su padre Rainiero III de Mónaco.
Tras la ceremonia de casi dos horas, el heredero y las princesas salieron al atrio de la Catedral del siglo XIX. Luego regresaron a palacio tras despedirse de las autoridades eclesiásticas para una recepción a los invitados internacionales, antes de la misa de réquiem en la tarde y la posterior inhumación del cuerpo.
Personalidades del mundo entero y centenares de monegascos participaron el viernes en los solemnes funerales del príncipe, muerto el 6 de abril, a los 81 años, después de 56 años de reinado entre glorias y desgracias.
El catafalco fue colocado frente al altar de la catedral, cubierto por la bandera roja y blanca del pirncipado y custodiado por siete carabineros. En el cortejo fúnebre, en la plaza del Palacio, iba también el perro del príncipe, 'Odin', de raza 'griffon korthal', que le fue regalado con motivo del 50 aniversario de su reinado.

Los tres príncipes se colocaron a la derecha del altar y trataron de mantener la compostura mientras sonaban las conmovedoras obras musicales a cargo del Coro de la Catedral, los Niños Cantores de Mónaco, la Orquesta Filarmónica de Monte Carlo y por el titular del Gran órgano, René Saorgin.

Los hijos de Carolina -Andrea, Carlota y Pedro- se pusieron a la izquierda, y faltaron los pequeños de Estefanía ni Alexandra, hija menor de Carolina y del príncipe Ernesto Augusto de Hannover, hospitalizado desde hace más de una semana por una pancreatitis.

Entre quienes asistieron a los funerales destacaban el rey Juan Carlos I, junto a Carlos Gustavo XVI de Suecia, Alberto II de Bélgica, el príncipe Andrés de Inglaterra, así como el presidente francés Jacques Chirac.

Rainiero reposará en la catedral al lado de su gran amor, la princesa Grace, muerta accidentalmente en 1982.

Terminó así una época de más de medio siglo, dominada por Rainiero, que hizo de este pequeño país de 2 km cuadrados y 32.000 habitantes un próspero principado, vendedor de lujos, cuentos, tragedias y sueños.



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